Sidney B. Stryder

Es un alma del mundo del fuego, está acostumbrada a la mayoría de emociones y ha desarrollado una personalidad propia que se ha mezclado con la de su nueva huésped. ¿Cómo es "Sid" el alma y la humana? Sencillamente, es una combinación dispareja de dos entes diferentes. Son la típica chica excéntrica, llena de una extraña vitalidad vibrante que se refleja en sus ojos color azul plomizo, pero llega a ser mucho más compleja de lo que se demuestra. Siempre podrás verla con sus labios ligeramente levantados, formando una sonrisa y aparente calma. Sin embargo, jamás podrás saber que en su interior podría estar librando una batalla de dimensiones estratosféricas. Todo radica principalmente en que no los demuestra exteriormente, más bien los esconde dentro de sí misma y los obliga a quedarse allí adentro, a no manifestarse, como un baúl con llave. No es tímida, no es ególatra, ni mucho menos superficial, simplemente es Sid. Es prácticamente una confrontación de carácteres. Es fuerte, pero sumamente débil. Es luchadora por naturaleza, pero no siempre una ganadora. Ella sabe cuando rendirse y cuándo parar. Eso le enseñó la estadía en su mundo.

Como dice el dicho, "los ojos son las ventanas del alma", exactamente eso puede aplicarse en Sid. Quizá, no demuestre lo que siente o piensa, pero en su mirada encontrarás un poso de emociones, de pensamientos. Será como un libro abierto desde el momento en que aprendas a traducir cada uno de los brillos en sus irises plomizo. Nunca escucharás una mentira de sus labios. Por Dios, es un Alma, las Almas no mienten. Jamás. Ese es el criterio de ella. No hacen daño, no juzgan. A pesar de haber vivido en el Mundo del Fuego, Sid aprendió rápidamente que una verdadera alma nunca haría las cosas abominables que se cometían en aquel planeta y su personalidad se ve reflejada en ello. Sin embargo, su humana y su personalidad fogosa y lanzada, lleva parte de ello, el mando y el poderío es una de sus cualidades. Encontrarás en Sid algunas de ellas, quizá, la forma en que puede llegar a sacrificarse por los demás o luchar duramente contra algo. Más aún, podría llegar a ser algunas veces terca como una mula. Es realmente difícil decir cómo será al siguiente instante.

También podrías considerarla un poco "enigmática", ese aura de completo misterio que la rodea. Ella es así, mantiene un poco su vida alejado de los demás. Guardando las cosas como sí fueran tesoros, manteniéndose distante. Así es Belladonna, sin embargo, Sid, la humana, es espontanea. Sus labios se abren fácilmente más un impulso. Su sonrisa es contagiosa y la energía parece dominar su cuerpo. Algo que ocasiona que suela cambiar de opinión con frecuencia, llegando a parecer indecisa. Lo que conjuga bastante bien con la torpeza que parece dominar sus acciones en cuanto comienza a moverse.

Para Sid y Belladonna juntas, el amor es algo mitológico. Como Alma, Belladonna aprendió de que puede llegar a suceder, pero aquella energía magnifica que aparentemente se siente, es algo totalmente irreal. Sid, por su parte, nunca creyó en el amor. Sólo en la amistad pura y duradera, algo que la ha caracterizado a ambas a la hora de apreciar a las personas que están a su alrededor. Siempre brindarán apoyo a aquellos que se han ganado un lugarcillo en su vida. Sin pedir nada a cambio, sin recriminaciones ni porqués.

Su primer sanador se llamaba Estrella de aguas profundas.
Había sido una humilde alma, como la mayoría, la había insertado en un cuerpo con forma de flor, obviamente, del planeta de las flores. Ese había sido su primer viaje, luego de su nacimiento en el origen. Nunca había salido de allí y el nuevo mundo se convirtió en una experiencia demasiado bella, quizá, pacífica. El Planeta de las flores era tan hermoso, tan soleado y vibrante que su propia belleza había seducido al alma que habitaba en aquel organismo vegetal. El nombre que se le otorgó fue Pétalos de las Praderas, se adaptó fácilmente. Todo allí era calmado, lleno de colores extravagante que jamás en su vida había soñado con ver. Quedaba corto decir que había sido una de las experiencias más hermosas.

Su segundo planeta, aquel en que duró un ciclo, fue el que más disfruto. El mundo cantante, con aquellas melodías que llegaban hasta cada hebra de su cuerpo membranoso. Allí, su nombre fue Canción del Alma, casi gracioso, recordando lo que ella realmente era. Nunca pensó que podía disfrutar tanto en aquel mundo, era precioso, cada cosa allí merecía la pena. A pesar de que no era capaz de apreciar su alrededor, bastaba con escuchar aquellas melodías.

El tercero y uno de los más difíciles del que se adaptó, fue el Planeta del Fuego. ¡Qué vida, aquella! Su huésped, un dragón, con piel escamosa y enormes garras y aquellas emociones tan vividas, tan llenas, habían penetrado la fina capa que protegía su control. Al principio, aquella existencia parecía atormentarla. Demasiados sentimientos amenazaban con volverla loca. Sólo que logró controlarlo, claro, con la ayuda de Humos Bienaventurados, un compañero. Aquel dragón, alma, había sido una luz entre tanta niebla. Con él aprendió el valor de las emociones, igualmente que supo cómo mantenerlas a raya, ocultarlas, moderarlas. Ese había sido su más grande amigo. Especialmente, aquel día en que habían llegado unos dragones de otra región: Fuerza de la Niebla y Fuego azul. Aquellos eran dragones de verdad, impetuosos, que luchaban con gran brío por lo que deseaban. Ese día, el instinto propio de su huésped salió a la luz. Luchó como ningún alma haría, dejo que la emoción tomara control de su cuerpo y gobernara sus acciones. Ese día, Humos Bienaventurados le colocó el nombre de Alma de Fuego llameante. Desde entonces, se había apropiado de aquel curioso nombre.

Hasta que llegó a la tierra. En el Planeta Azul, la introdujo el sanador Hielo del Corazón, del Planeta del Hielo. Fue como todos, compasivo, humilde, comprensivo. Su despertar había sido una sucesión de imágenes, de un recuerdo borroso de una joven hablando con otra, un golpe, un aullido, oscuridad. Eso había sido todo. Su sanador le había explicado todo, perfectamente. Ella había comprendido y había comenzado un proceso de adaptación pero el mundo humano era similar al Mundo del Fuego, por lo que le fue fácil adaptarse rápidamente. Tanto que prefirió adoptar el nombre de su huésped, como sucedía con algunas almas.
Sólo entonces, los recuerdos de su cuerpo comenzaron a acecharla.
Sidney Belladonna Stryder, una joven de diecinueve años que vivía para mantener a su familia, trabajaba como artista. No era reconocida, ni mucho menos. Su talento radicaba en la pintura, en la fotografía. Sólo ella era capaz de ver la belleza hasta en las cosas más oscuras y feas. Era un ser libre, rebelde, que no se adoptaba a las normas. Alguien con luz propia, como la llamarían muchos de esa raza.

Como la mayoría de los seres humanos en esa edad, Sid trabajaba de medio tiempo en un restaurante poco alabado. La comida era buena, de ese tipo casero que a todos les gusta. Entraba a las seis de la mañana y salía a tres de la tarde, las demás horas se las dedicaba por completo al arte. Así, era todo lo que hacía en la vida. Excepto los viernes y sábados por la noche, que salía con una banda de chicos extraños, podría decir Alma de fuego llameante. Se vestían de negros y fumaban, a Sid les parecía encantar, más aún, el jefe de la banda: Jase. Ella se desvivía por él, parecía quererlo más que a cualquier otra cosa y cada uno de sus cuadernos tenían un boceto de aquel rostro simétrico, tan bello como un Adonis y aquellos cabellos del color del oro bruñido. Era el amor de su vida.

Hasta el día en que dos miembros de aquella pérfida banda, sorprendieron a Sid un día y abusaron sexualmente de ella. Sólo ese mísero instante estaba plagado de oscuridad, de potente y fría oscuridad. Como un abismo, del que se arrastra hasta no poderte liberar, sin aire, sin luz, sin un gramo de humanidad en todo su esplendor. Era como el frío, que quema, que hacer arder el cuerpo y que luego mata sin prevención, sin indicación, sin salida.

Nunca más volvió a ser la misma de antes.

Alma de Fuego llameante aún se siente horrorizada, asustada de aquellas visiones de aquel momento tenebroso. Prefiere pensar en la forma en que Sid siguió adelante, alejándose de ellos y tomando una actitud positiva. Pero los recuerdos son tan fuertes y aquella furia retenida que aún contiene el cuerpo de su huésped es molesto, asfixiante, doloroso.